La espada de Damocles


Esta mañana, día 29 de enero de 2021, de buena mañana, he hablado con mi amiga, mí amiga de los buenos días, mi amiga  de juventud, amiga de empatía y complicidad. Nos damos los buenos días cada mañana, sin casi ningúna ausencia desde hace años, es nuestra mano al viento, como el hilo rojo y ahora, en esta catástrofe, tenemos, sabemos que estamos. Que estamos bien. Que estamos.

Después de nuestro  buenos días, hemos hablado de nuestros miedos, de nuestros pánicos, de que no vemos ninguna luz al final de ningún túnel y he ahí lo malo, que nos han quitado el túnel.

Le he comentado que sé que no voy a salir de esta maldita pandemia y eso nos ha llevado a coincidir en ese pensamiento. Nos hemos sincerado sobre los miedos, de que hemos hablado con nuestros hijos. Exponiendoles nuestros miedos.

Hemos estado de acuerdo de que ese miedo es mutuo y como siempre hemos abierto la puerta de las verdades, ojalá hubieras estado delante de mí, amiga mía, necesitaba tu mirada y un abrazo sanador, de veras.

Ella me confiesa el agobio que siente al vivir con la espada de damocles, cada día, de cada semana, de cada mes, de ya hace un año. Y, como no, coincido con ese sentimiento.

Nuestros hijos, para quitar hierro nos tratan de tontos, o simplemente no lo ven, o simplemente no quieren verlo. Pero es que nosotros lo vemos más de cerca todo, con ese miedo que impregna todo nuestro ser. Y nuestra cotidianidad.

Y es que se nos ha escapado de las manos, lo cotidiano, nos han robado diez años de vida por el sufrimiento del miedo. Ella me comenta que se mira al espejo y no se reconoce, la verdad no nos reconocemos ante ese espejo espejo de la vida.

Le he comentado, a mi amiga, que me estoy hundiendo en una depresión, que no veo la solución, aunque cada día me pongo la nariz de payaso para tirar hacia adelante. Y he llorado tras el cristal de este aparato infernal que nos separa. Haciéndoselo saber. No es la primera vez que asoman lágrimas entre nosotros, es algo que une y da verdad.

Ha salido ese ángel, para muchos invisible, que vive en ella y me ha comentado que 
– Es difícil no deprimirse ante esta situación pero hay que echar el resto y luchar para salir bien de ésta y recuperar todo lo que podamos.
Me ha calmado con un:
«No te dejes caer, por favor, que tenemos que vernos algún día no muy lejano, espero»

Eso ha provocado mis lágrimas, pensando que viniendo de ella, que ha pasado, está pasando, ella que ha sufrido lo no escrito, es un regalo. Le he contestado a mi amiga, que me esfuerzo cada día,   pero veo que se me va todo por el fondo de mi vida. Y definiendo el concepto escondido se la conversación le he llegado a comentarle que ella ya sabe cuál es mi canción, a lo que ella me ha dicho que también es la suya. «The Show must go on» y nos hemos reído. Siempre hay un momento por muy serio que sea que llevamos a la risa.

Pues esa canción es la que hablamos, en su tiempo, que debería de sonar cuando quiera que sea el día que nos vayamos. Casi siempre coincidimos en todo, es algo sorprendente.

Después de las risas, nos hemos hecho una promesa. Que saldremos de esta como sea, pues hemos de vernos. Trato hecho amiga mía.

Tenemos que vernos. Necesito verte. Tenemos que vernos.



© Javier Sánchez y CAL enero de 2021