Ayer noche, sentado en el borde de la cama, hablando con mi padre, siempre lo hacemos. Da igual la hora del día. Siempre está dispuesto.
Pues comentábamos asuntos tontos de la vida, como que el tiempo lo cura todo, a quien buen árbol se arrima le ayuda todo el día, el madrugar es una putada y cosas de esas. Un poco de cachondeo, mi padre tiene un humor inglés y ácido importante. A mi me descoloca a veces. Yo lo he heredado por suerte, pero nada parecido al suyo, él, es un maestro.
Mientras hablábamos de la vida, de como iba, vamos lo de siempre, se puso serio y me comentó así sin paños calientes, como es su especialidad.
– Javi hijo, te veo apesadumbrado, haz lo que te he dicho siempre, aprovecha todo lo que la vida te ponga delante de tus narices, sin dudarlo, porque nunca lo volverás a ver más, tal y como te lo ofrece. Nunca.
Y, recuerda, ríe, llora, reza, si quieres y a quien quieras, o no, tocalo todo, huele, cata, escucha, disfruta, coje una gripe, que no pasa nada, ama, enamórate, ayuda y no pidas, rodeate de gente amable y deshazte de la gentuza, ya sabes que hay gente con clase y clase de gente, aprende, persigue lo que quieres sin descanso, pero sin molestar, piensa en una retirada a tiempo, siempre y sobre todo, y ante todo, se buena persona.
Le conteste…
– Claro papá, siempre te he escuchado decirme eso. Toda la vida, toda. Y siempre lo he intentado hacer así. A veces lo consigo y otras, pues la verdad es que no.
-Vale, estamos de acuerdo, ya seguiremos hablando. He de irme que he quedado.
-Ja, ja, ja, ya te vale papá, pasalo bien. Hasta luego.
Y desapareció. Tal y como vino, cómo siempre hace todos los dias. Es mi padre, y siempre, siempre le hago caso y desde que murió hace treinta años, más todavía. Como no.
Es la ventaja de tenerlo siempre a mi lado. Mi padre.
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©Javier Sánchez junio de 2021