La armadura blanca

El caballero, paseaba por el jardín de su amada y cada noche ella danzaba por su pensamiento.

Desde tiempos, desde antiguo, el caballero, no pudo evitar aquella especie de enfermedad, aquella enfermedad sin cura, que nace en los ancestros de la humanidad. El humilde amor por aquella dama.

El caballero de la blanca armadura, sonreía, con la sonrisa triste atenazándole el alma, pues amaba a aquella dama, la necesitaba para sobrevivir en las duras guerras diarias.

Y al alba le ofrendaba flores y textos de su ocurrencia. Y constantemente hablaba con ella. En aquellos sueños que le poseían mientras peleaba en sus guerras espantosas.

Pero él, él solo quería abrazarla con fuerza y decirle.

– Os quiero mi bella aurora, no puedo seguir sin vos. No se seguir sin vos, sin vuestra sonrisa, sin vuestros bellos susurros.

Pero el problema del caballero de la blanca armadura, era que la bella dama no podía amarle, no podía abrazarle, no podía besarle, solo podía reír con el y soñar que si.

El caballero, de la blanca armadura, pensó en la decisión de que debía huir a otro país, a otro mundo, pues a él solo le placia el hacerla reír y hacerla feliz, llenando pequeñas ausencias, pero es que a este tiempo su alma ya desfallecía y su salud ya no alcanzaba más.

Agarraba las enfermedades del llanto, las de la tristeza, enfermedades que no podía saber de donde venían. Y pensó…

Yo te pregunto bella dama,

– Que hago, me estoy ahogando sin ti. Que hago, si se que nunca estarás conmigo. Te pregunto bella dama. Si me permites partir allende no pueda sufrir por algo que nunca tendré. Dímelo luz de mi vida… Ayudame.

El caballero llego a la posada, pidió una jarra de vino y se recostó en el pajar ofrecido por el viejo tabernero. La retirarse el tabernero el caballero me comentó:

– Tabernero, voy a dormir, si puedo, pues en mis sueños, siempre danza ella. Y nunca va descalza.
– Dormid en calma mi señor, estos dolores difíciles de curar son. Dormid en calma.

El caballero se recostó en la cama de trapo y heno, se quitó aquella prenda blanca que siempre llevaba encima, cerró los ojos y volvió a soñar…. Y a llorar.

© Javier Sánchez agosto se 2022

En el reino del bosque.

El cuento de Reivaj

Después de varios días atravesando los valles de las tierras del reino de  Ilonam he llegando al linde del bosque, dónde la hierba se rinde a sus mayores, en las alturas del cielo se oye una canción, «La cantata de las ramas y las hojas». Bella canción que los árboles realizan cuando sus ramas y sus hojas juegan con el viento del alba. En todo el reino del bosque se les conoce como los árboles cantores, los dueños de la alegría del lugar pues cada mañana alzan sus ramas y hojas para dar vida al mundo.

Se aprecia por todo el bosque el aroma de la resina y de las piedras, benditas piedras del bosque, las que ven lo que nadie ve, que oyen lo que nadie oye, que huelen lo que nadie huele.
En el solitario bosque de la vida, todas lo son. tocadas de musgo, encaramadas a la falda de tierra húmeda que envuelve el pie del los señores del bosque, que ya avanzada la mañana siguen cantando. La canción de los árboles, suena susurrante entre los perfumes de romero y tomillo, de margaritas de pícara cara amarilla, que sonríen al helecho, el cual mira sorprendido como cantan sin pausa. Cómo si fuera la primera vez que los ven. Asi son los helechos, de poca memoria y despistados, muy despistados.

Los árboles cantores, son los que ofrecen al viento el profundo olor a resina, sangre de la vida, ojos de los mayores, ellos que han sentido la vida acariciando su copas, corriendo entre sus hojas, como el agua cuando llueve se desliza entre las ramas, bajando por las arrugas de su viejo tronco, durante siglos y siglos.

Y de repente arrecia el viento y ellos aprovechan la oportunidad para silbar la nueva música de la madre y dan la bienvenida a la historia de la vida. Soplad y silbad, hojas y ramas, dando la bienvenida a el Hada, que viene ya saltando de hoja en flor, de flor en hoja, desperezandose del sueño mañanero y susurrando, a la par, la melodia al compás de los arboles cantores.

Preciosa hada, de cabello blanco y trenzas de musgo. De pálida piel y delicadas manos de largos dedos. Sonrisa dulce y alegría en el alma, cantándole suave a la mañana, con la flauta de la pequeña rama de sauce, la música de los milenios, la de los ancestros del bosque y guardando el secreto del alba de la madre naturaleza. Hada del verde musgo de la piedra, que da la vida a la madera que sube orgullosa hasta allá, más allá a lo alto, buscando el sol.

Más allá, en lo más profundo, justo al lado del riachuelo de las piedras doradas, se despereza el pequeño conejo marrón y frota sus manos en la hierba para graciosamente lavarse la cara y salir corriendo hacia donde parte el sonido de la música, donde los árboles cantores todavía mueven sus ramas sonriendo al cielo.

El cuento de Tiant

He cogido una rama del manzano, los famosos manzanos de las tierras del reino de Ilonam, preciosos manzanos de ramas de oro amarillo pálido y esas hermosas hojas verdes, como los bellos ojos de la gran Dama Ilonam.

Voy caminando suave entre las verdes laderas del bosque y enfilo derecho a las tres frescas sombras de los senderos, que se deslizan jugando a quien es mas sinuoso y terminan en el «arroyo de las piedras doradas», allí donde hay musgo por doquier, de un olor penetrante que te llena de vida, la vida de las tierras de Ilonam.

Frente a los dorados manzanos, está la isla del «mago azul», en medio del río  Aivlis, un río de aguas azules y blancas que acarician la pequeña isla. En la isla corretean los bellos y únicos unicornios blancos, dibujando contra el linde del bosque, de la pequeña isla, sus extrañas sombras blancas.

Doce son los unicornios, siete grises y cinco blancos, entre ellos Ripli, el unicornio gris de cuerno negro, el unicornio amigo y confidente de Ilonam.
El mago blanco Ydderf, es el mago más anciano y venerado por todas las criaturas del bosque. Sentado en la roca azul, contempla la vida que le rodea, saludando, cada mañana de cada día, a todos los seres de las tierras de Ilonam. A todos, sin olvidar a ninguno.

Está tierra de Ilonam es la más bella del gran valle, que abarca días y sus noches de viaje desde las tierras de las flores, la tierra del Viento, hasta las tierras de las gentes del altiplano, el altiplano de Risma, allí donde el aire es más liviano y sus gentes poderosas, debido a la dureza de sus días y sus noches, pocos del valle de las flores son capaces de permanecer mucho tiempo en las tierras altas de Risma.

En el último rincón, el mas soleado del valle hay un viejo árbol, que florece cada mes, un bello cerezo en flor, sobre el que alegres pájaros cantan a todas horas en la más dulce armonía, combinando su canto para marcar las horas.

También como no, criticando al jabalí, que la noche anterior no les dejo dormir con sus gruñidos buscando las deliciosas trufas y al tejón, que hoy se ha levantado enfadado, pues se le ha caído una parte de la puerta de entrada de su casa.

Aquí, en las tierras de Ilonam, nadie conoce la tristeza, no existe la dureza de la vida, ni sacrificios, aquí no hay enfermedad o dolor. Así es la vida de las tierras de Ilonam, una vida que no se encuentra en ningún mundo, solo en este.

Y en la tierra de Ilonam, sonríen las luces entre el agua del arroyo brillante, el arroyo de las piedras doradas que corretea entre las antiguas rocas verdes y azules, y las pequeñas piedras de luz que reposan el agua brillante que nada hacia el mar.

Entre ese bello movimiento se oye una simpática música que procede del bosque de los unicornios. Las hadas, Saaria y Saani, que se han despertado muy alborotadas hoy, en sus habitaciones en las ramas del sauce gigante, llamado Leso, y comienzan a hacer lo que más les gusta, acariciar sus flores arpa, y hacer sonar la bella música en todo el valle, llenando el bosque de alegría.

Y en el valle, cuando Saaria y Saani hacen que la música invada el bosque, eso indica que se convoca a todos los seres del bosque al canto de la mañana. Todos, todos los convocados por las hadas, se reúnen en la colina de las piedras blancas, donde los grandes druidas y los magos blancos hacen sus pociones mágicas en las noches estrelladas y bailan alrededor de las hogueras de colores. Azules, amarillas, verdes y turquesa.Allí están Gustav, Lose, Anto, Amados y Shar Elm. Ellos son los magos de la gran comarca, la comarca de Manoljav.

Personas y animales, todos sentados alrededor de las hadas, que tocan las flores arpa, cantan la canción de la vida

«Sonríe, sonríe
Canta y canta
Pues somos todos
Todos somos
Lo habitantes del bosque

Sonríe, sonríe
canta y canta
Pues somos todos
Los que cantan en la colina

De las piedras blancas.
Cantar y sonreír
Sonreír y cantar
En la colina
De las piedras blancas

Canta y sonreír
Sonreír y cantar»

La canción de la colina de las piedras blancas, que no llama a la tristeza; cientos de voces, todas a coro, llamando a la vida y al amor.

Y se escucha la melodiosa voz de las rocas y los arboles cantores de la.profundidad del bosque, porque en las tierras de Ilonam todo es bello, todo es sueño y sus hadas Saaria y Saani cuidan de que así sea. Así es la vida de las tierras de Ilonam.

Así será siempre. A pesar de que los seres humanos, los extraños seres que habitan en el otro mundo alto, alli dónde todo es gris y triste, se empeñen en atravesar el gran bosque y los valles.

Y yo, pobre humano, que de alli vengo, caminando por el sendero dulce, el que atraviesa estás bellas tierras y me lleva a la pradera, donde esperaré sentado en la hierba, contemplando la felicidad de estos valles y bosques y estos seres, esperando a que vengas a buscarme.


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© Javier Sánchez de diciembre de 2021