José, anda por la calle, por un pequeño trozo de calle, que ya se lo ha hecho suyo. José, siempre sonrie a todo el mundo, a todos sin excepción. Acercándose a todos con una sonrisa, enorme y bella.
Por el barrio le llaman «Jose el loco». Siempre hablando con todos y preguntándoles, siempre lo mismo:
-Hola ¿porque no sonríes? Sonríe un poco porfavor, que hace un día estupendo. Con lo poco que cuesta. Anda por favor…
A José el loco, casi nadie le contesta, pero él, en sus cortos paseos de cada dia, siempre se detiene, delante de ellos, ellos que tienen cara de miedo, incluso de tristeza. Y, algunos se asustan al verle, es que José no tiene buena pinta, va vestido un poco raro para estar por la calle, aunque siempre va limpio y sonriente. Le encanta hacer eso
– ¿No sonríes hoy guapa?, pronto todo pasará no te preocupes.
Y a veces, cada día mas veces, esa persona que antes esquivaba y seguía su camino, poco a poco, cuando se alejaba, se giraba y le sonreía. Y José aplaudía. Riendo y tosiendo a la vez.
– Asiiii, asiiiii.!!! Todo ira bien. Eres buena persona. ¿A que lo sabes ahora?
Y algunos, los que pasaban casi cada día por aquella calle, ya le sonreían y le saludaban con la cabeza al pasar a su lado, ya sin que el dijera, nada, ya casi no hacía falta. Y el les devolvía la sonrisa a todos, sin olvidarse de ninguno.
Aunque José el loco, insistía, en asustar a la gente que veía de color gris, con la famosa pregunta.
– ¿No sonríes hoy? Sonríe, es fácil.!! Por favoooorrrr….
La gente de aquella calle se acostumbro a José el loco, y con el tiempo ya bajaban calle abajo sonriendo. Hablando, saludandose.
Aquella taciturna y triste calle se convirtió en una calle de colores, desde que Jose el loco apareció por la puerta del Hospital de la Esperanza de Barcelona.
Fue un bálsamo asombroso y cuasi divino para la gente que salia de aquel sitio. Y sucedió que a medida que pasaban los días, el optimismo, por muy dura que fuera la vida, volaba por encima de aquella puerta.
Ya no era todo de color gris, había colores y, aunque pequeñas, sonrisas.
Pero llegó que el bello Jose el loco, desapareció en un precioso día de cielo azul, fresco y claro de marzo. Curiosamente el dia más bello de aquel año.
Los que le conocían, echaron de menos a aquel hombre de pelo blanco, con bata azul y la mirada alegre. En la mano izquierda, la de la pulsera, aguantaba el gotero, él le llamaba, el agua de la vida y en la derecha, nada, el aire de sus gestos alegres. Y en su boca, su perenne pregunta.
– ¿No sonríes hoy? Sonríe, es muy fácil, todo pasará, ya lo verás.
José, consiguió alegrar aquella horrible puerta, en aquellos dos meses, que milagrosamente anduvo por allí.
Y aun hoy, la gente, en cuanto cruzan la puerta de salida del Hospital, todos miran buscando el rincón donde José el loco se sentaba o paseaba. Y todos bajan la cabeza y sonríen, después de haber estado llorando todo el día.
Las buenas personas, no están locas. Los ángeles tampoco.
© Javier Sánchez julio de 2021