Cuando…
El vacio y la desesperanza, La fuerza del alma convertida en arena. La sonrisa borrada El cansancio y la falta de energía. La ausencia de consideración, por el esfuerzo trabajado. El sentimiento de culpa. Los llantos escondidos tras las puertas de las risas. La amabilidad forzada con el alma destrozada. El hundimiento del mundo a tu alrededor. La soledad, la espantosa soledad, de la incomprensión. La falsedad, que invoca a esa soledad entre tanta gente. La mano que no te acaricia y el hombro que no llega. El ser fuerte durante años, sin necesidad de serlo. Las exigencias malvadas. El interés de la gente, sólo cuando interesa. El esfuerzo del llanto que ríe en el espejo. El pozo estrecho. Pensamientos terribles sobre la muerte, pensamientos suicidas. El miedo… a todo.
Se convierte en un monstruo de multiples cabezas, que te va comiendo, minando la vida. Y los que creen que te conocen o creen que saben qué es lo que te sucede y te comentan:
- “Es que nadie te puede ayudar…”, “debes de salir solo”, animo que todo pasa”
No, eso no es cierto, pues lo único que sirve, a nivel humano, son las miradas, los alientos, os abrazos, las sillas que se mueven hacia ti con una sonrisa. Eso es ayudar, eso es empatizar, eso es entender, eso es apoyar.
Pero es que este mundo no se mueve por una lágrima, no se mueve por un insomnio, ni porque te ocultes en la cama, bajo las sábanas o miles de ellas y tus lágrimas se escondan entre tus manos.
Con solo una persona, solo una, entre millones, puede solucionar, puede aliviar de sobremanera lo que ningún profesional, ningún «cuñado» charlatan ni ninguna terrible frase como la… “yo he pasado por ahí, ánimo, todo pasa” Una persona con alma.
Alma, solo hay que tener alma. Y es que con solo esa determinación de una sola persona, con solo una, te puede dar el asidero para salir. Salir del pozo negro, de esa perdida, del agotamiento de perseguir nubes en la niebla y ser ciego en blanco. Solo un ser humano con las seis letras puede hacerlo.
Hace unos días lloré, conviví con una persona de mi sangre que estaba defendiéndose del ataque sin piedad de la vida y eso es algo terrible, vi esa angustia en su cara que desarmaba mi alma hasta el punto de que ahora, hoy, esta noche, a las 00:10, he decidido escribir esto, entre lagrimas, con el alma encogida y consumiéndose poco a poco y esperando a volver para ayudar.
Y es que no puedo evitar pensar en el infierno que persoalmete viví hace tiempo y en el cual siempre estoy en peligro de volver a caer. En aquel espanto de duerme vela, de hundimiento, de llantos nocturnos, de no querer despertar. No dejo de pensar en aquellas tristezas incontrolables y en la soledad acompañada de nadie. Soledad entre multitudes.
El Trastorno Depresivo Mayor es un parasito que se instala en tu mente, en tu cuerpo, en tu entorno y te incapacita para la continuación normal de la vida. Es algo realmente espantoso, realmente terrible y no lo atendemos como corresponde. Tenemos que acostumbrarnos a mirar al lado, a nuestro lado y mirar a los ojos de las personas, a no guardar silencio por comodidad y dejar pasar el trance de a persona. Si tienes alma, lo entenderás enseguida.
De verdad, os lo prometo, sé de lo que escribo. Se lo que es literalmente.
© Javier Sánchez febrero de 2023