Me vi paseando por el campo, al atardecer, absorbiendo la vida que me hace falta. Siguiendo el vital paseo, al llegar a un gran prado vi a una extraña dama, aunque, de veras os digo, su semblante me recordaba a alguien muy conocido. Alguien como muy bello, alguien como una bella dama de un cuadro. La dama tenia las manos sucias, llenas de tierra, denotaba que había estado arando y ya estaba sembrando un libro en los surcos de la tierra arañada por su sudor y su sangre.
Me acerqué, la dama era bellísima, impolutamente vestida, una falda blanca y camisa negra, pelo azabache, con una sonrisa cuasi forzada en la boca y una lágrima que rodaba suavemente, pero implacable por su preciosa mejilla.
Vi que, en la tierra, enterraba un antiquísimo libro y asomaba parte del título en el lomo de libro «….pletas de la humanidad», lo hundió con la fuerza de un titán y se arrodillo a llorar desconsoladamente, sus lagrimas iban cayendo suavemente en el lugar donde yacía plantado estaba el misterioso libro e iban humedeciendo la tierra, que desprendía un precioso olor a vida.
Me acerque muy preocupado.
-¿Os sucede algo Señora?
Me miró con unos preciosos ojos verdes y me dijo.
-No caballero, muchas gracias. Solo estoy haciendo un último intento.
-No le entiendo señora…
-Estoy plantando un libro, «Las obras completas de la humanidad». Tal vez tengamos suerte y crezca como su libro antónimo.
-Entiendo señora, es una promesa…
-No, es un deber caballero, es un deber.
-Permítame mi atrevimiento, cual es su nombre.
-Cultura, mi nombre es Cultura. Para servirle caballero.
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©Javier Sánchez Diciembre de 2021