Compañeros

Poco se habla de los muy contados compañeros de trabajo que acaban siendo tus amigos. De esa gente que convive 8 horas al día. Se preocupan y saben quien eres y como eres.
Poco se habla de los que llegaron a ser tus amigos , aquellos que les abriste el alma y aún sin estar a tu lado sentados siguen presentes, sonriendo, hablándote, preocupándose, contandote todo como antaño. De veras que poco se habla de ellos.

Mucho se habla, pero siempre es crítica destructiva, de los que llegaron a ser más que amigos, llegaron a ser las ganas de volver al día siguiente a tu puesto de trabajo. Se les vilipendia, se les caricaturiza, se miente sobre ellos, se les destruye entre corrillos de compañeros aburridos y posteriormente se le sonríe.
Envidia de la felicidad que ellos desearían… Posiblemente.

Mucho se habla de los que se fueron a otros lugares, se les vapulea con estupideces, inventos, manipulaciones y descréditos. Sin detenerse a pensar en la persona. Sin tener el valor de preguntar , de comunicar. Ausentate un largo tiempo y serás atacado inexorablemente y por supuesto no por todos, siempre hay personas que no gente. Es realmente increíble la microsociedad de las empresas.

Mucho se habla de los que solo hablan de empresa, de dedicación extra horario, de los que la vida queda encerrada entre las cuatro paredes de la empresa. Se habla demasiado de ellos, de los que perjudican al resto que si tienen una vida extra empresa. Sabiendolo o sin saberlo.

Unos te ayudarán en todo con un sólo interés, el tuyo., Los otros te ayudarán poniendo su nombre en todos los sitios donde aparezcas, aunque no estes presente, con implacable impasibilidad y prepotencia…  y hasta maldad.

Cierto es que cuando ya tienes una edad y tú larga vida laboral está a punto de terminar, miras atras en el tiempo y alrededor en la actualidad. Y no es mejor no peor, cada uno lo valora a su manera. Cuarenta años de vida laboral dan para mucho, dan para llantos, nervios, mala genta, gente malvada, buena gente, gente bellísima, amores de juventud, amores consolidados, amores olvidados, desamores enfermizos, desamores pasajeros, risas, trabajo bien hecho, desarrollo profesional, gritos, violencia verbal, odios, aprecios, juventud, madurez, trenes que se van y nunca pasarán de nuevo. Vida al fin y al cabo. Una parte importantísima de tu vida que, aunque intentes evitarlo, se mezcla con tu vida personal inexorablemente.

Aunque sólo la gente buena pervive en tus pensamientos. En los míos si.
Creo que así debería de ser.


©Javier Sánchez mayo de 2024



Este escrito me ha  proporcionado la idea de crear una biografía de mi vida laboral. Oye que ya sé que lo ha hecho mucha gente, hasta Paquirrín, el rey, politicos, youtubers, tiktokers y otros seres humanos tienen en su biografía una parte  «laboral». Pues ¿A qué es buena idea?

(Un pequeño toque de humor que nunca puedo evitar)

Beatriz

Recuerdos de ti toda mi vida.
Desde aquel mes de diciembre
Cuidado que hace ya vida
Y todavía siento tu presencia.

Y es que, supongo que será
Que se acercan los tiempos
Los del recuerdo de tu sonrisa
Cuando crecí prendado de ti.

Que jóvenes éramos
Que tiempos de maravilla
Que maravilla de tiempos
Que jóvenes éramos.

Muchacha, que me hiciste
Para que pasada una vida
Sigues en mis recuerdos Muchacha como lo hiciste

Aquellos tiempos de playa
Guitarra de «Lady Jane»
Llorar a John Lennon
Diciembre maldito

Que jóvenes éramos
Que tiempos de maravilla
Que maravilla de tiempos
Que jóvenes éramos.

Tiempos de ternura
Del «Si te conozco bien»
En el cine «Let It be»
Complicidad tersa y suave

Música, siempre música
Sujeto tu mano, suave
A oscuras iban creciendo
Mis llantos, porque te amaba

Que jóvenes éramos
Que tiempos de maravilla
Que maravilla de tiempos
Que jóvenes éramos.

Suspendido de ti toda mi vida
Y es que, supongo que será
Muchacha, que me hiciste
Sigues en mis recuerdos.

Juventud perenne
En el fondo de mi alma
Aquel amor que solo vive
En mi mente nocturna.

Que jóvenes éramos
Que tiempos de maravilla
Que maravilla de tiempos
Que jóvenes éramos.

Que jóvenes que éramos
Que tiempos de maravilla
Que maravilla de tiempos
Que jóvenes que éramos.



© Javier Sánchez abril de 2024

Allá donde duermen los pájaros

Llevo a cuestas más de seis décadas de vida y, curiosamente, mi memoria va recuperando recuerdos de tiempos más antiguos que modernos, a pesar de haber padecido un ictus hace unos años que borró parte de mi vida, es algo insólito, realmente insólito. Tiempos de muy corta vida, de felicidad absoluta, de la curiosidad que cada día amenazaba mi ya incipiente loca  cabeza ávida de conocimiento, curiosa y a veces peligrosa. Como decía mi madre… – Javi, hijo, deja ya de buscar cosas y de preguntar cosas que no existen –
O ella creía que no existían…

ALLÁ DÓNDE DUERMEN LOS PÁJAROS

Del cole rápido, a casa, mi bocadillo de pan con chocolate. Aquella tarde, en lugar de ir a jugar, me senté en la mecedora de mimbre de mi abuelo, y miraba los pájaros como volaban hacia el sur, un poquito de chocolate y un poquito de pan.

Me preguntaba, ¿que habrá allí, que todos los pajarillos van hacia allí? Miré a mi madre, estaba con mi abuela haciendo pan, miré a mi padre, que leía aquel libro antiguo de tapas de cuero y a mis hermanos, cada uno con sus cosas, dentro de casa.
Estaba asombrado ¡Que rápidos pasaban los pájaros y todos hacia donde se ponía el sol!
Algo me invadió, de repente algo recorrió mi cuerpo y di un brinco de la mecedora. Subí a mi habitación. Cogí mi pequeña maleta, dos camisetas, dos pares de calcetines, un gorro y una bufanda. Y mi guitarra, mi pequeña guitarra.

Y salí corriendo de casa, diciendo un «hasta luego, voy a ver una cosa». Solo mi madre contestó, mi abuela sonrió, mi padre me miró y me saludo con la mano. Ya era tiempo de marchar, a mis diez añazos yo tenía, quería, buscar a aquellos pájaros y ver a dónde iban a dormir. Yo quería verlo. Quería saberlo, como fuera, a toda costa.

El largo viaje duró hasta el anochecer que el frío me invadió, tenía sueño y me quedé sentado a los pies de un árbol, esperando el amanecer, para esperar a ver pasar a los pájaros y continuar el viaje. Hasta que, entre sueños, vino aquel señor alto, me arropó con una manta y me besó en la frente. Me llevó a casa, me metió en la cama y me besó de nuevo. Mi padre sabía como era su hijo.
-Es igual que tú, – le comento mi abuelo a mi padre – Yo también te fui a buscar a la roca de Pineta cuando eras pequeño, querías buscar donde dormían los pájaros. No te sorprendas.
-Lo sé padre, lo sé.

Pero aún quiero quiero ver donde van los pájaros… donde duermen.


©Javier Sanchez abril de 2024

A mí padre.

Mujer, madre. Mujer

Hoy es el día de la mujer, el día de las mujeres. Hoy es el día de mi madre, una mujer, la mujer que me trajo a este mundo, la mujer que me críó, me educó, la mujer que me defendía a capa y espada de todo lo que me hiciera daño, la mujer que me enseñó cuando cumplí catorce años a espabilarme por mí mismo son miramientos, la mujer que fregó escaleras, la mujer que hacia recados en la portería de aquella finca de señoritos del Poble Nou de Barcelona, la mujer que levantó de la nada a cinco hijos, la mujer que cantaba a las tristezas de la vida burlándose de ellas con música.

La mujer que me sonreía por las mañanas, la mujer de manos suaves con olor a jabón de casa.
La mujer a la que le encantaba escuchar a todo volumen a Staus Quo y Diré Straits mientras hacia más cosas de casa.

La mujer que lloró conmigo, la que se reía de mis tonterías, la francotiradora de zapatilla voladora.

La mujer que leia, la que devoraba libros, porque nunca le dejaron leer, que escuchaba música clásica como rebeldía a la estupidez y rock and roll para tocar las narices a las vecinas cotillas. Esa mujer a la que le costaba  escribir y con esfuerzo aprendió… Como decia ella «De tanto leer he aprendido a escribir» Mujer, muy mujer de tanto revelarse contra todo y contra todos.

Esa mujer que me colmó a besos aquella noche antes de fallecer. Hoy es su día. El día de mi madre, que me dejó hace unos meses. Hoy es tu día mamá, el día de la gran mujer.



© Javier Sánchez marzo de 2024

El viaje a mi memoria

Entré en aquel bar, el principio de mi viaje, entré en mi pasado, el bar de puertas de madera repintada de marrón oscuro, madera delgada y cristal, me encanta ese ruido característico que hacen al cerrar, a madera y cristal impactando. Es el bar de la esquina, la de la calle de las luces. La calle más bonita de mi barrio, donde está el bar de Ángel, Ángel González, el bar de casa, de barra de madera antigua, de aquel color que ya no existe, del color de la madera de los arboles viejos, de sillas de madera que te recogen la cintura, las que hacen ese sonido crujiente característico cuando las mueves para sentarte.

Y ese olor, el olor especial entre humedad, madera vieja, del vino de los toneles de vino que te miran, orgullosos de su edad, desde lo alto de la barra, los toneles que el hijo de Ángel exhibe con orgullo.
– Los toneles de mi padre, los que hizo traer de Andalucía. ¿Te acuerdas Javi?

Caminé hacia la mesa, la del fondo, donde me sentaba siempre con mis padres y hermanos los domingos a la hora del vermut. Andando hacia la mesa voy mirando al suelo, todavía, de color verde oscurecido por el tiempo, lleno de vinos, cervezas, lágrimas y vidas. El suelo por donde habia caminado mil veces y cada una de ellas fueron diferentes.

Me senté en la silla de siempre que me recoge y deja que apoye mis brazos, más de sesenta años tienen ellas. Me apoyo en la pared y miro al techo abovedado de vigas de madera vieja que lo atraviesan, pintadas mil veces, techo de yeso amarillo de años de tabaco, alientos, gritos y diversion. En la esquina todavía cuelgan los jamones y los embutidos de la casa que Ángel padre los compraba y Ángel hijo lo sigue haciendo, pero nunca, nunca supimos ni donde ni a quien, secreto de la casa. Observé las lamparas de sombrero chino, con las bombillas de color amarillo que le dan una calidez muy querida por todos los que crecimos aquí, en mi barrio, en el bar de mi barrio.

Estoy cómodo y algo nervioso, no sé explicar porqué, observo a los parroquianos, a pocos conozco ya, hay algún abuelo que debe de ser el padre de algún amigo del colegio, pero no sé distinguir de quién.
Entro un anciano que me sobresaltó, creí reconocer a alguien, pero no conseguía ubicarlo en el tiempo.
Le pregunté a Ángel con la mirada, él se acercó a la mesa y me informó, el abuelo que ha entrado es el padre de nuestro amigo Eloy, que falleció con veinticinco años en un accidente de coche. Me he levantado para acercarme y Ángel me ha dicho que no, que no lo haga, el abuelo ya no está aquí, está en su mundo. Pobre hombre, me digo, lo que sufrió cuando falleció Eloy, lo que sufrimos todos cuando falleció Eloy. Posiblemente los tres días más duros de mi vida.

Volví a mi silla y tomé la caña y unas olivas que ya me había servido Ángel. Ambos nos miramos, después de no vernos en casi veinticinco años todavía existía esa complicidad entre los dos, esa que no precisa palabra alguna.
Salió de detrás de la barra y vino hacia mi, se sentó en la silla lindante a la mía, algo que no hacía casi con nadie, norma de la casa, el camarero no se sienta con los clientes. Pero mi amigo Ángel tuvo esa deferencia.
Y a ambos se nos llenaron los ojos de lágrimas.
– Javi, cuanta vida nos ha pasado por encima. Cuanto colegio, cuantos amigos se nos han quedado por el camino. Cuanto tenemos que contar que nadie quiere escuchar.
– No Ángel, no nos ha pasado la vida por encima, la hemos vivido con intensidad y es por ello que no nos hemos dado cuenta. Y aquí estamos, tú y yo, amigos desde hace más de cuarenta y cinco años. Y me alegro de haber venido. Te lo prometo estoy feliz de estar aquí. Y estate tranquilo si nadie te quiere, o nos quiere escuchar, nos llevaremos la historia.

Ángel se levantó, me dio un beso en la frente, me dio las gracias y yo a él y marchó a la barra de nuevo. Desde allí me sonrió, con su trapo blanco en la mano secando vasos y platos, era como una de las fotos de mi vida. Le devolví la sonrisa. Ambos andamos por el tramo final del puente y no nos podemos perder de nuevo.
Por ello he comenzado el viaje, un recorrido por los sitios de la historia de mi vida, por que los finales de los puentes se van mostrando y no quiero perder nada.

Después de abrazar a Ángel y contarnos los últimos secretos al oído, salí del primer sitio de mi historia para seguir con mi recorrido.

Creo que todos deberíamos darnos una vuelta por nuestra historia, para recabar memoria antes de perderla.

© Javier Sánchez diciembre de 2023

Mi memoria

Sin pensar en el tiempo ya.
Sigo enamorado de ti, si, de ti.
Curioso, que nada cambió en mi
Sin tú saberlo sigues en mi alma.

Ayer eras mi futuro, que no fue
Hoy, eres mi juventud, memoria
Y en cada día, en cada mañana,
Vuelo hacia tus manos para ser.

El sueño que nunca abandoné
Eres el verso que deseé escribir
La melodía que canté, que creé
Que sueño, que murmuro, vivo.

Esta vida que ya acaba y te amo
Sigo enamorado de ti, aunque…
Ni lo sepas, ni lo sientas nunca
Eternidad, fuiste, eres mi vida

Pero ya no se nada de nos
No recuerdo aquello de
como lloras
como sonríes
De mirarnos a los ojos
Enseñándonos el alma
Quitándonos la piel.

Sin pensar en el tiempo ya.
Ayer eras mi futuro, que no fue
El sueño que nunca abandoné
Eres mi vida que ya acaba, te amo.

Pero ya no se nada de nos
No recuerdo aquello de
como lloras
como sonríes
De mirarnos a los ojos
Enseñándonos el alma
Quitándonos la piel.


Existencia… azul.


© Javier Sánchez septiembre de 2023

Salud y memoria

He estado dos semanas de viaje por pirineos, necesitaba curar mi mente y mi cuerpo de tanto gris, de tanta ansiedad ciudadana, necesitaba ser un poco salvaje y danzar con las brujas de la noche de los bosques y las altas montañas. Lluvias y nieblas, olores antiguos de pinos y abetos, de piedras y musgos.

Curar mis ojos con la mirada alta, para ver las cimas por dónde anduve en mi juventud. Me inundaron los recuerdos a cada paso que daba,a cada sitio que visitaba, me estaba curando poco a poco.

Navegar más de treinta años atrás mientras pisas unas piedras de diez mil años es una cura de salud, la cabeza alta, pues en las alturas vive mi mente, en las cimas antaño conquistadas, en mis sueños, mirando los caminos a las cimas aún veo mis pisadas en la nieve camino de la pared de roca, enorme e imponente que lleva a la cima. Una lágrima cae, de nada perdido, si no de lo ganado. Siento el frio de las montañas en mis manos y en mi rostro, tal cual como si estuviera allí arriba, peleando contra el viento.

Voy recorriendo valles, los fondos de los valles, veo más casas con el techo de hierba y madera. Me siento bien, vivo. Estoy en una mecedora, sentado en el porche de una casa en el valle de Pineta, allí pase mi infancia y mi juventud, me falta el aire, no se porque estoy llorando, ha vivido en estas montañas gran parte de mi vida, posiblemente la parte más importante, mi juventud y el paseo, el largo paseo a ser adulto.

Está oscureciendo y cuando oscurece en el valle los sonidos de la vida aumentan, se oye el río al fondo, y poco a poco los habitantes del valle van saliendo de sus escondites a vivir el bosque. La luna se esconde tras las montañas y alumbra las nubes de la tormenta, es algo bellísimo, hago una foto, no acostumbro a hacer fotos, prefiero retener la memoria, pero esta imagen me pareció algo asombrosamente bello.

Quedo observando como las nubes cubren del todo la luz de la luna. Me voy a dormir con la cabeza llena de calma.

Amanece violentamente, un trueno que retumba en todo el valle me recuerda donde estoy. Sonrío y me acurruco con la pesada manta, sigue la tormenta, oigo la lluvia como cae sobre los árboles de alrededor de la casa, me levanto y me encamino a la puerta de la casa, simplemente para observar la furia de la naturaleza. Bello, impactante.

Llega la tarde y se detiene la tormenta, de inmediato salgo al bosque, hierba, musgo, árboles mojados, sus hojas en el suelo, es un perfume vital, mucho más arriba del bosque donde comienza lo conocido como alta montaña y veo algún Sarrio caminando lentamente, señorial, él seguro que me ve desde hace bastante rato, pero para el soy algo insignificante y torpe allí abajo. Todo me recuerda a todo, creo que pertenezco a estos sitios sin duda, aquí no sufro, aquí soy yo.

Al día siguiente sigo mi viaje para recorrer el resto de valles y pueblos que tengo en mente, la verdad es que los que puedo y están a mi alcance. Todos ellos hacen su trabajo como lo hicieron en su tiempo. Me llevo la vida en las manos que la madre naturaleza me dio hace más de treinta años y curado por un tiempo de el color gris.

Y todos, todos ellos sin excepción, me dan un poco más de vida, suavizan mi mente, calman mi espíritu y me invitan a que vuelva para quedarme con ellos.

Así lo haré.


© Javier Sánchez septiembre de 2023

Sólo queria

Aquella pequeña luz
Minúscula y preciosa
La que nunca me invadió.
Ni acarició mi soledad de ti.

Nunca supiste  quien fui.
Dijeron que había una forma mujer.
Una forma de una vida contigo.
Pero nunca pudo ser, mujer, amor.

Yo sólo quería estar a tu lado.
Sólo para toda mi vida
Yo sólo quería estar a tu lado
Sólo para toda tu vida.

Paseabas por mis pensamientos
Con la flor del cerezo en tu pelo
Vestida de blanco entre la hierba
Danzando por mi vida, mujer.

Que tiempos mujer. Que tiempos.
Los tu aliento respiraban en mi alma
Saboreando tu voz en mi boca.
Y tus manos, que acariciaban mis pensamientos.
Tu mirada de soslayo, que me hacían morir sin morir.

Yo sólo quería estar a tu lado.
Sólo para toda mi vida
Yo sólo quería estar a tu lado
Sólo para toda tu vida.

Ya de largo, pasada la vida.
Sigo pensando, que aquella luz
Aquella pequeñita y preciosa luz
Nunca me alumbró, para que tú.
Me vieras con aquella carita de tonto.
Cuando me perdía en tu sonrisa
Contemplarás las lágrimas en mis ojos.
Cuando me perdía en tu belleza

Y yo sólo quería estar a tu lado.
Sólo para toda mi vida
Yo sólo quería estar a tu lado
Sólo para toda tu vida.

Tal vez solo quería estar a tu lado
Sólo para toda mi vida
Yo sólo quería habitar en tu alma
Sólo para toda mi vida.

© Javier Sánchez abril de 2023

El delantal

Siempre recuerdo a mi abuela, vestida de colores oscuros, falda negra, medias negras y zapatillas negras, y aquella pieza de ropa de cuadros de color gris oscuro y fondo negro. Siempre lo llevaba puesto, a mi memoria siempre viene una imagen de verla saliendo de la cocina, secándose las manos y llamando a la prole para que pasarán a recoger la merienda…
– Y todo el mundo a la calle!!! Venga!!

El delantal, que así se le llamaba a la pieza de ropa, era la imagen de mi abuela. Es pieza tenia múltiples funciones, supongo que habría más de las que expongo pero son las que recuerdo.

La primera función era la de proteger la ropa que mi abuela llebaba bajo el, pero además … Función básica y primaria. Pero había más.

Se usó como un guante para quitar la sartén del horno. Cuando el olor de sus pasteles había inundado toda la casa.

Secaban mis lágrimas, despues de confortarme con un abrazo.

Limpiaban la cara sucia de tierra y barro, «Venga, venga, antes de que tu madre te vea»

Sirvió para transportar los huevos cuando íbamos los dos, en secreto, al gallinero.

Cuando venía el tío Juan y mis primas mayores sirvió para protegerme de ellos, allí, detrás de aquel delantal, nadie me iba a encontrar.

Cuando hacía frío la abuela se cubría las manos con él y cuando estaban calentitas cogía las mías y las escondia entre las suyas y aquella tela.

Aquel delantal avivaba  el fuego de leña del hogar de casa del pueblo.

En él se transportaban las patatas y verduras, la madera seca y hasta un poco de carbón a la cocina de leña.

Sirvió para cuando los largos paseos volver con el lleno de moras e higos.

La abuela también lo usó para poner la tarta de manzana justo fuera del horno en el marco de la ventana para que se enfriara.

En sus dos bolsillos y el bolsillo secreto, siempre había regalos. Curioso todo lo que llegaba a almacenar allí mi abuela.

La verdad es que pasarán muchos años antes de que algún invento u objeto pueda reemplazar esta vieja pieza de tela, llamada delantal.

En memoria de nuestras abuelas, que en una pieza de tela nos hicieron un mundo especial.

De Frases y reflexiones
Javier Sánchez septiembre de 2022

Y llegas a la conclusión

A medida que pasan los años y me voy haciendo mayor (que no viejo) y recuerdo a todas esas personas que he ido perdiendo en el camino, por precipicios insondables, en esas tormentas terroríficas de la vida, por esos pequeños errores que jamás pensé que sucederian, noches en vela y llantos. Perder en el camino a tanta gente ha minado mi personalidad. Días y semanas y años de psicólogos porque a veces se me hacía insoportable todas esas perdidas.

Y, con el tiempo, llegué a la espantosa conclusión de que de veras que, después de todos estos años, pienso que posiblemente no fue buena idea ejercer de guía de montaña. Ademas siempre he tenido vértigo.

© Javier Sánchez julio de 2022

Escritor, músico, abogado, albañil, peluquero y guía de montaña profesional.

A Sian. Le m’ uile ghràdh..

El pueblo de mi padre

HOZ DE BARBASTRO

Vacaciones, verano, las vacaciones en el pueblo de mi padre, en aquella casa, la cada de mis abuelos eran lago único. Una pequeña cada de pueblo de cuatro plantas, antiquísima, en el pueblo de Huesca llamado Hoz de Barbastro, Un rudo pueblo aragonés, situado en un pequeño valle, ciertamente era muy bonito, caluroso en verano y gélido en invierno. La verdad es que Aragón es así.

Me encantaba auqella casa, una entrada angosta, situada al lado de la cada de mi tío abuelo, Julián, hermano de mi abuelo Ramón. Se accedía por un estrecho camino de cemento rayado hasta la puerta, una puerta de tablones de madera desgastada por los bordes, no hacía falta arreglarla, la verdad es que siempre estaba abierta. A la izquierda un pequeño corral que mi padre habilitó como baño y ducha. Aquel baño era terriblemente frío en verano y gélido en imvierno. Al lado del corral/baño había lo que llamábamos la bodega, una estancia pequeña de unos seis metros cuadrados repleta de estantes donde mi abuela y mi madre guardaban las conservas. Allí mismo, en el suelo había una trampilla que accedía a lo que era realmente la bodega, oscura en invisible, nunca ninguno de nosotros bajo allí, primero porque con el tiempo empezó a ser peligroso y segundo que, la verdad es que nos daba miedo. Saliendo de allí, se subía por unas escaleras empinadas y desiguales que daban a la cocina, pequeña, muy pequeña, al lado de una pequeña chimenea con la pared desconchada por los años de calor y  dos bancales, uno a cada lado, para pasar el frío invierno. De allí accedias a aquel pequeño comedor donde el abuelo vivía casi todo el día. Ese comedor deba a una terraza, de ahí el mote de mi familia, «los de terraza», un terraza espléndida desde la que se veía todo el pueblo. Las tres habitaciones estaban en la planta superior, la tercera, pequeñas pero acogedoras, con aquellas mantas de mi abuela, que te arropabas por la noche y ya no te podías mover, como pesaban por dios.
Una planta más arriba, en la cuarta, estaban lo conocido como las golfas, que es donde antaño se guardaba el grano, patatas, etc. Allí estaba prohibido subir.

En aquella casa la luz por las mañanas entraba por aquellas ventanas y ventanucos, que posiblemente tenían más de 200 años de historia, como un bello rayo de luz blanca. Los desayunos con mi abuelo, galletas y vaso de vino (su vino, pisado por el) y con 80 años, después de desayunar nos íbamos al huerto, huerto que estaba como a 45 minutos andando. El huerto (como el decía), con melocotoneros, viñas, almendros y membrillos era enorme, mala época para mi abuelo, ya que su vida empezaba a decaer, nosotros le ayudábamos a vendimiar cuando podíamos, trabajo duro donde los haya. Pocos saben lo duro que es.

Pasado el tiempo aquella tierra empezó a estropearse por falta de cuidados, yo iba con mi abuelo y le veía llorar, de espaldas a mí, y decirme ya no puedo con esto. Entristecía al ver sus tierras dejadas de la mano de aquel dios, en el cual el no creía.
Pero, mi abuelo, cunado sus nietos viajaban desde Barcelona para estar con ellos en verano, olvidaba sus penurias, sobre todo cuando mi hermano Ramón y yo nos presentábamos con las guitarras, se le iluminaba la cara a aquel hombre. Porque él sabía que en el pueblo sabrían que sus nietos habían llegado, máxime por que en aquel pueblo se oía todo, era increíble como sonábamos en la terraza de la casa. Todos sabían que los nietos de «los de terraza» habían llegado.

Un día de tantos, a una de las guitarras, no recuerdo si la de mi hermano o la mía, se le rompió una cuerda y le dijimos a mi abuelo:
– abuelo vamos a Barbastro a comprar una cuerda.
Mi abuelo, que sabia que nosotros practicábamos la escaláda y pensó que íbamos a comprar una cuerda para escalar o alguna cosa rara de aquellas que llevábamos, según él, para subir paredes. Por lo normal en la estancia de vacaciones salíamos a escalar y el lo sabía. Dijo:
– De acuerdo zagales, ya volveréis por la tarde ¿No?
– Si abuelo, a la tarde estaremos de vuelta.
Eran 18 km de ida y su vuelta. Nos fuimos por la mañana y volvimos por la tarde, bien entrada la tarde.
Mi abuelo al vernos no pregunto
– Nenes y la cuerda, ¿Ya la habéis comprado? ¿Os vais a escalar mañana o algo así?
– Claro yayo, la hemos comprado.
Y mi hermano, metiéndose la mano en el bolsillo, saco una bolsita con una cuerda de guitarra.
– Mi abuelo con los ojos como platos y el cigarro liado, pendiendo de la comisura de los labios dijo:
– Vosotros dos estáis locos, ¿Habéis hecho 36 kilómetros para comprar una cuerda de guitarra?
– Pues claro yayo. Es que si no…

El hombre alzó la mano como indicando, déjalo no me lo expliques, callo y no dijo nada, pero nos miro con una cara y sonriendo con aquellos viejos ojos, como diciendo, dignos nietos me han salido, están locos estos zagales.

Preciosa época la del pueblo de mi padre. Preciosa época con mis abuelos. Preciosa época cuando con poco eras tan feliz que no habia distancias. Y tener a tu abuelo sonriendo delante tuyo era algo que, aún hoy, no sé explicar. Tiempos de vida.

© Javier Sánchez abril de 2022

Continuará…

Viajes

Pueblos y ciudades que he visitado a lo largo de mis 60 añazos.

No por orden temporal, si no tal y como me viene del recuerdo, me ha apetecido escribirlo mejor así. Está contado desde el año 1979


EEUU
Ankorage
Mckinley (valle Denali)

ALEMANIA
Berlín
Munich
Frankfurt
Nuremberg

ITALIA
Roma
Como
Lecca
Lugano
Milan
Ivrea
Turin
Aosta
Venecia
Cesena
Leso

GRAN BRETAÑA
Londres
Twickenham
Manchester
Liverpool

ESPAÑA
Hoz de Barbastro
Zaragoza
Huesca
Teruel
Bilbao
Toledo
Madrid
Sevilla
Huelva
Córdoba
Ciudad Real
FuenCaliente
Cardeña
Lillo
Corral de Almaguer
Tembleque
Tomelloso
La Guardia
Ocaña
Aranjuez
El Toboso
Villaseuquilla
El Escorial
Almagro
Almeria
Jaén
Puerto de Satamaria
Melilla
La Seu d’Urgell
Valencia
Valencia d’aneu
Donosti
Castro Urdiales
Santillana del mar
Potes
Fuente De
Santander
Barbastro
Monzón
Bielsa
Coscojuela de Sobrarbe
Salas altas
Naval
Graus
Javierre
Eriste
Benasque
Torla
Alquezar
Jaca
Cabdanchu
Tordera
Sabadell
Aiguafreda
Figaro
Ribes de Freser
Queralbs
La Molina
Puigcerda
Pardines
Camprodon
Rocabruna
Alp
Camp
Molló
Granollers
Pineda de mar
Ampuria Brava
Vielha
Vilamos
Baqueira
Bohi
Tamariu
Llafranc
Calafell
Calella
Calella de Palafrugell
Castelldefels
Borreda
Sant Jaume de Fontanya

MARRUECOS
Tarudant
Merzouga
Marrakesh
Essaouira
Uarzazate
Agadir
Zagor
Fez

ANDORRA
Andorra la Vella
La Massana
El Tarter
Ordino
Pal
Les Bons
Llorts
Meritxell
Encamp
Pas de la Casa
Meritxell

FRANCIA
Chamonix
Aux-Sant-Provence
Avignon
Lion
Marsella
Caen
Carcassone
Trebès
Castres
Toulousse
Lourdes
Pau
Paris
Anmecy
Grenoble
Bayone
Burdeos
Arromanches-des-banes
Nantes
Perpignan
Narbonna
Blois
Lourdes
Saint Ciprian

SUIZA
Lausana
Zurich
Zermatt
Visp
Ginebra
Visp
Sion
Martigny
Grimdelwal

IRLANDA
Dublin
Waterford
Kilkenny
Corck
Limerick
Shannon
Belfast
Derry
Galway
Ballina
Moher
Kilarney

ESCOCIA
Edimburgo
Skye Island (Portree)
Stirling
Lerwick
Lochinver
Dornoch

POLONIA
Varsovia
Zakopane
Cracovia

ESLOVENIA
Liubliana
Bled
Ptuj
Kanal
Skofja Loka
Kobarid

Puede, que para muchos, sea poco en cuarenta y tres años, pero me he dado cuenta, después de cuatro decadas, que hay mucho que aprender, mucho que observar, sentir, oler, catar, hablar, conocer. De cada sitio y de cada gente.

Lo mejor que te puede suceder en esta vida es que te falte tiempo para hacerlo todo. Eso indica que no te has sentado a ver pasar los trenes, sino que te has subido a ellos.


Creo que, en definitiva, me haria falta otra vida para hacer todo lo que quiero hacer. ¿Alguien tiene el formulario para pedirla?

No te duermas..

© Javier Sánchez abril de 2022

Una de las mejores oberturas.

Hay que tener una edad para haber asistido al estreno de esta película, yo la tengo. Fue algo que me dejó con la boca abierta, al margen de los problemas que hubo en aquella época de incomprensión extrema religiosa.

Asistí la cine Aribau de Barcelona, acompañado de mi hermano y, en aquella época, novia.

Creo que es una película que hay que ver, si o si. Con una banda sonora que ha pasado a la historia. Con esta obertura ya te dejaba clavado al asiento. Ánimo vedla.

Mejor utilizad auriculares merece la pena.

© Javier Sánchez abril de 2022

El valle y la roca

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Valle de Pineta, Huesca, Aragón

Alumbraba el día.

El sol intentaba entrar por aquella pequeña ventana de vieja madera, de cristales, apenas traslucidos, tan antiguos como las vigas de madera del protector techo, su cálido aliento me acaricio la cara con aquella suavidad que te hacia recogerte mas en la cama y hundirte en el colchón de lana, que te arropaba en las frías noches veraniegas del pirineo aragonés.

Me levanté emocionado, siempre me sucedía, claro que con veinte años si no te levantas emocionado, algo no va bien. Pero aquella mañana, era como una espuela en mi joven cerebro y no sabia porque, la verdad. Me vestí y bajé al comedor, allí estaba mi abuelo, caliqueño en la boca, café ardiendo y galletas María, me acerqué a él y le di un beso en la frente, igual que hacia con mi padre,

– buenos días yayo.

– buenos días hijo, dónde vas con esa prisa.

Grité en dirección a la cocina

– buenos días yaya.!!

Del fondo de escucho..

– Buenos días zagal..!!! Anda, ven aquí y desayuna.

Fui rápido a verla y le plante otro beso en la feentw, y ella, como siempre, me devolvió cientos.

Bebí un vaso de leche, le di otro beso a mi abuela y otro al Yayo y él me dijo…

– Anda corre, que te va a faltar tiempo. ¿Vas a ir allí?

– Si abuelo, allí voy.

– Vuelve a comer

– Hasta luego.

Y salí al mundo. Me encantaba salir de golpe a la puerta de la casa de mis abuelos.

Esa puerta, una bellísima puerta de incontables años, esa puerta que ha visto repúblicas, monarquías, repúblicas, disparos, hijos, nietos, padres, ataúdes, amigos, años… Aquella puerta de la casa del pueblo, en las afueras de Bielsa, la puerta de mi padre, de mi abuelo y bisabuelo, me encantaba y me imponía a la vez. De cierto es que, desde siempre, las puertas antiguas, siempre me imponen, porque me detengo a pensar, que esas puertas, que algunas, retienen siglos en ellas, han visto pasar por su alma, historias, vidas y muertes. Las puertas de las casas antiguas regalan esas historias en su umbral. Las admiro. Las venero. Probadlo, poneros en el quicio de una puerta antigua y sentiréis el alma de la casa, sus habitantes y su tiempo, sobre todo su tiempo.

Los que son mis amigos, saben que, aún hoy, cuarenta años después, Javier, se queda embobado viendo cualquier puerta antigua, tocándola, intentando descubrir o sentir que pasó, quien vivió y quien pasó por allí, años atrás.

La casa de los yayos daba a un camino de tierra que se perdía a izquierda y a derecha. Salí hacia la izquierda, a la derecha estaba la iglesia y cuatro casas más, pero hacia la izquierda se iba a los bosques altos, a la montaña más pura, laderas inclinadas, rocas y nieve. Me encantaba salir a perderme. De allí nació mi afición a la alta montaña, a la escalada y el amor a la naturaleza.

Aquella mañana subí hasta media montaña, no hay que ser ambicioso en la montaña. Máxima montañera, «las montañas no se mueven de ahí», al igual que «sube como un viejo y llegaras como un joven, sube como un joven y llegaras cómo un viejo»

Subía, despacio, disfrutando del viento que soplaba del este, viene húmedo, huele a muy húmedo, mejor eso es lluvia y arriba nieve, escuchando a tus mayores, aprendes. Me acerque a la roca, a mí roca, que supongo que caería allí, miles de años atrás, subí y me senté en ella.

Se veía el valle, el Valle de Pineta, un valle glacial, precioso, salvajemente precioso, abrupto, terminado en lo que se llama un circo, el cierre del valle, culminado por El balcón de Pineta y más arriba el Monte Perdido. Cimas nevadas y abetos negros. Salvajemente precioso. Mi abuelo y mi padre nacieron unos cientos de metros mas abajo, y mi abuelo y tío abuelo estuvieron por esas montañas, luchando contra los golpistas de Franco en el 36, en la guerra. Pero eso es otra historia que ya os contare otro día.

Allí sentado en aquella roca, en la ladera, sentía como la historia de mi familia, de mis antepasados y como la vida me atravesaba como mil agujas mi cuerpo, empequeñecido por aquella maravilla. Era y es conmovedor. Todavía voy a mí roca.

Vida dura la de la gente de la montaña, la gente de pueblo, que vivía entre el frío y el trabajo, trabajo durísimo, y si hubo que coger las armas, también lo hicieron. La vida era completa, sin cortes, ni descansos.

Nunca olvido subir allí, donde de pequeño me subió mi padre a observar el mundo,su mundo, en aquella roca y él subió, de pequeño, con mi abuelo. Nunca lo olvido, como sea y cuando sea. Pienso que no debo de hacerlo. Allí subí a mi hijo hace unos veinte años y me hizo feliz, tanto como él que escuchaba la historia de su abuelo, bisabuelo y tatarabuelo.

Horas después, cuando ya me había limpiado de lo gris de la ciudad, bajé hacia casa, mi abuelo comía a las dos de la tarde, sin excepción. Y allí debía de estar su nieto y sin excusas.

Aquel valle, aquella roca, es el punto de partida de mis ancestros. Debemos de, por lo menos, visitar nuestras raíces, hay que ir al lugar donde vivieron ellos, pasear por aquellos sitios donde ellos pasearon. Y sentir de donde vienes. Lo sientes en el alma. Recuperar donde estas realmente plantado.

Olvidamos de donde venimos, siempre…. y, oye, así nos va.

©Javier Sánchez diciembre de 2021

Personaje de personajes.

Este personaje, el que os escribe de vez en cuando, que al fin y al cabo no deja de ser un personaje, el individuo calvo y con gafas que os hace sonreír, reír, emocionar, pensar o eso se me dice en los comentarios de mis humildes publicaciones o también puede ser que me estéis engañando desde hace cinco años.
Pero bueno, la verdad es que soy un aprendiz de todo y de veras os digo que con un lápiz y una hoja en blanco en mis manos, soy capaz de visitar el calor de egipto, soy capaz de navegar por el espacio profundo, soy capaz de ganarle al tiempo, soy capaz de amar a una cara nueva, de ver el verde que yo quiera y el frio que me interese tener. Viajar en tiempos, ver mi infancia, estudiar en universidades, convertirme en detective, buscar trabajo, ser un humilde poema, filosofar sobre la caducidad de una lata de anchoas. Hablar con mi padre, ir a la guerra y vover de ella. Amar.

Con un lápiz y una hoja en mis manos soy libre de ver, oir, sentir, oler, palpar, acariciar, besar, hablar, lo que quiera y con quien quiera.  Crear mundos que me vayan bien y que yo crea que te van a ir bien. Crear sueños convirtiéndolos en deseos y crear vida dentro de la vida. 

Es mi pasaporte con el sello de la libertad. Es el dominio del tiempo. Con un simple lápiz y una hoja de papel se puede hacer todo eso y más, y sobre todo compartirlo.

De eso se trata escribir, ser un personaje creador de personajes.

©Javier Sánchez Diciembre de 2021

De cuando y de ahora

Anoche hablando contigo de nuestro pasado, con lágrimas en los ojos, me dijiste cosas bellas, te comenté que había sufrido mucho en mi vida y tú me dijiste que todo no había sido sufrimientos, que habíamos reído mucho también y tenido momentos felices. Hablamos de que los dos sabíamos que ambos sufríamos en silencio y que los dos lo sabíamos e incluso que los dos estábamos bien cuando alguno de nosotros dos estaba presente. Fue una grata y preciosa conversación, como las de antes, tú habías tenido un mal día en el trabajo, yo un mal día simplemente y nos alegramos y deshaogamos largo rato entre las palabras escritas en un cristal. Y recordé cuando te volví a ver… Después de tanto tiempo…

Después de después de tanto aquel mes de Diciembre, te vi allí de pie en aquella sala, mal momento para volver a verte, después de tantos años, ojalá hubiera sido en otra situación. Tenía años amontonados en una esquina de mi memoria y aún así me temblaron las piernas y mi estómago paseó por todo mi cuerpo. Y es que, de veras, desconocía que te echaba tanto de menos, es algo que me sorprendió y, por cierto, gratamente. Y es que echo de menos todo aquello que nos unió en la vida.

De cuando, la amistad era tan directa, que te dolían los golpes que la vida daba a tus amigos. Naturalidad y cariño. Era cuando ocultaba mis sentimientos. Era cuando te procuraba una sonrisa para que pudieras nadar entre la tristeza que te asolaba. Cuando la musica y la palabra era el medio de mirarse y entenderse o simplemente miradas a escondidas.

Era cuando aparecieron ellos.
– No te preocupes, yo me quedo con los críos.

Y tirado en el suelo, horas de juego con ellos, largo tiempo y tú mirándome, creeme, lo sé.

Era cuando llorábamos sentados, uno al lado del otro y también cuando nos reíamos por todo, de nosostros y de los demás. Cuando los sentimientos afloraban y me erizaban el bello y algo me impedía decirte que significaban. Aunque nadie nos veía, éramos casi invisibles.

Era cuando la vida, la amistad, no es que fuera mas simple o mejor, es que era mas de verdad, mas pura, mas visceral. Todo era más auténtico.

Pero creo que nada se pierde, creo que el tiempo te muestra algo para que lo valores y todo se renueva y crece como un árbol en medio del bosque. Todo eso esta escondido en un rinconcito del alma, de la memoria y a veces de nuestro presente. Cosas guardadas, sentimientos escondidos que viven de nuevo, sentimientos casi inconfesables.

Nada se pierde para siempre. Nunca. Todo pasa por algo.


© Javier Sánchez octubre de 2021

T’estimo (Te quiero)

Una de las canciones más encantadoras, preciosas y con alma de poeta, del maestro Lluís Llach. Todavía me pone la piel de gallina. la letra, por supuesto es en catalán, pero os he buscado una traducción, por cierto correctísima.

A todos mis amores, a los que nunca les supe decir lo que Lluís es capaz de decir.

Espero que os guste.

© Javier Sanchez 2020

Dos cadenas de TV

Dos cadenas de tv. Dos. Conocidas como la primera y a segunda. Con anuncios, si, pero solo dos cadenas y a las 00.00 cerraban y si mal no recuerdo, la segunda, en principio, emitía por la tarde solo. Yo era muy pequeño.

Y todo esto a pelo, sin internet, sin tablet, play station, smart phone, chats, WiFi, Internet, 1000 plataformas de TV, 800 cadenas de tv, miles de películas. Bufffff…!!!

Eso si. Con pelota, espadas de madera, tirachinas, canicas, hablar en una esquina, imaginación, mosqueteros, romanos, polis y ladrones, el pote, el escondite, churro medimanga…, juguetes que no funcionaban solos, la bici que nunca llegaba, veinte niños y niñas en el descampado tirándonos piedras, peleas y al rato todos sentados en el suelo hablando de tonterías, amigos. Amigos.

A las 8 en casa, si no tu madre salia al balcón y de un scaneo, por muy oscuro que estuviera te localizaba y gritaba tu nombre,

Javiiiiiiiiiiiiiii, sube a cenar.!!!

Y este toque de retreta, a cualquiera que pillara, dispersaba a toda la banda. Porque las demás madres estaban de camino al balcón.

Infancia, natural, directa, de manos y olores.

© Javier Sánchez 2020