Mujer, madre. Mujer

Hoy es el día de la mujer, el día de las mujeres. Hoy es el día de mi madre, una mujer, la mujer que me trajo a este mundo, la mujer que me críó, me educó, la mujer que me defendía a capa y espada de todo lo que me hiciera daño, la mujer que me enseñó cuando cumplí catorce años a espabilarme por mí mismo son miramientos, la mujer que fregó escaleras, la mujer que hacia recados en la portería de aquella finca de señoritos del Poble Nou de Barcelona, la mujer que levantó de la nada a cinco hijos, la mujer que cantaba a las tristezas de la vida burlándose de ellas con música.

La mujer que me sonreía por las mañanas, la mujer de manos suaves con olor a jabón de casa.
La mujer a la que le encantaba escuchar a todo volumen a Staus Quo y Diré Straits mientras hacia más cosas de casa.

La mujer que lloró conmigo, la que se reía de mis tonterías, la francotiradora de zapatilla voladora.

La mujer que leia, la que devoraba libros, porque nunca le dejaron leer, que escuchaba música clásica como rebeldía a la estupidez y rock and roll para tocar las narices a las vecinas cotillas. Esa mujer a la que le costaba  escribir y con esfuerzo aprendió… Como decia ella «De tanto leer he aprendido a escribir» Mujer, muy mujer de tanto revelarse contra todo y contra todos.

Esa mujer que me colmó a besos aquella noche antes de fallecer. Hoy es su día. El día de mi madre, que me dejó hace unos meses. Hoy es tu día mamá, el día de la gran mujer.



© Javier Sánchez marzo de 2024

De soslayo

Hay momentos que a nuestro amigo el cerebro le da por pensar, le da por elucubrar cosas extrañas y, cierto es, al mío le pasa más a menudo de lo que realmente desearía. De veras os lo digo, no es por vacilar de mi CI de 180, os lo prometo. Pues aunque no lo creáis, que sé que no lo vais a creer, porque dicen que soy muy mentiroso, que hay personas con las cuales realmente sé y ellas saben lo que pensamos o nos sucede, pero ahora que pienso, eso es otro tema que trataremos otro día, ya si eso, por la mañana.

Pues a lo que voy, pensaba en una situación de vida, en una de esas situaciones en las cuales no prestamos atención y posteriormente, a la semana o una o dos décadas después te ataca y lo revives detenidamente y recapacitas, ya no sirve de nada pero lo haces.

Y me vino a visitar, a mi cerebro privilegiado, un pequeño pasaje de mi vida, sobre algo que perdí sin apenas darme cuenta, perdí a una persona a la cual, después de tiempo, me di cuenta que la amaba con locura, esa persona fue un vendaval, fue algo que pasó por mi vida y me dejo una huella escondida en el alma, pero marchó. Pero fallé en dejar pasar el tiempo, dejé que aquello muriera, hasta que paso por debajo de mi ventana de nuevo.

El problema, el gravísimo problema del cual yo tampoco me libro es que estaba tan escarmentado de la mala gente que pasó por mi vida, que nos cruzamos con tanta gente de mierda a lo largo y ancho de nuestra vida, que cuando llega el momento que conocemos a alguien que vale la pena, nos cuesta creer, que sea de verdad, que de veras esa persona sea alguien diferente, sea tu norte y tu luz. Y hay algo que te empieza a pesar en el pecho, empiezas a ver, a observar y vuelves a repetir la historia.

Pero ahora te das cuenta de que no hay que perder la vida por no mirar de soslayo.

 

 

© Javier Sánchez marzo de 2024

 

Dos mundos

Observo la vida, desde las colinas que protegen mi aldea. Dejo que se deslicen por mis mejillas la alegría de vivir en esta tierra, en este tiempo, en aquel tiempo. Miro al cielo, extiendo los brazos y dejo que la vida traspase mi cuerpo como mil agujas de vida. Y viene a mi mente de donde vengo. De aquel mundo.

De aquel mundo que necesita respirar, respirar el aire de la naturalidad, que precisa deleitarse con la música, que necesita sensibilidad, amabilidad, necesita a personas que ayuden a otras personas a vivir.

Estoy tranquilo, en paz, paseo por las colinas de mi aldea y sonrio… He vuelto a casa, he vuelto a las colinas de la vida.paseo por la hierba suave y fresca, el balido de la ovejas, los gritos del pastor. El sol y la brisa de las montañas acarician suavemente todo mi cuerpo, miro al cielo y vuelve el mundo de donde provengo. Aquel mundo.

Aquel mundo gris, inundado de egoismo, barbarie, hambre, pobreza de espiritu. Un mundo donde no se vive, sobrevives en medio de la hipocresia de tus congeneres. Donde llorar no es normal, donde intentan inculcarte ese falso positivismo que obliga a sonreir por un trozo de pan.

Al calido sol de la mañana desciendo la colina que me lleva a mi aldea, sigo el sendero del riachuelo que se interna en el bosque. Este silencio es acogedor, a la par que abrumador, solo se escucha el sonido del agua y muy lejos los balidos de las ovejas. Al paso del denso bosque aparece algun jabalí que me detiene en seco, me mira como preguntándose quien soy y con un gruñido se va pausadamente hacia la parte mas frondosa del bosque. Se donde vas amigo jabalí, se donde vas. Ando calmado aunque impaciemte por acercarme a mi gente. No puedo permitir que me vean, pero es algo precioso volver a verlos.

Me detengo en la linde del bosque a la aldea y trepo a un arbol. Desde alli veo la aldea. La gente camina con sus quehaceres, deteniendose a hablar con sus vecinos, comentando el día, como les va la vida, cambiamdl queso por leña, carne por leche. Me llena el alma ver a esta buena gente.
De pronto se escuchan ruidos en la parte profunda del bosque. Son personas, dos jovenes que se dirigen a la aldea. Ella es alta, delgada y con el pelo gris, él es un poco mas bajo, delgado y con el pelo casi rubio. Ella camina delante de él y él camina detrás de ella con un arco en mas manos, es como si vigilara su camino. La mujer lleva un zurrón y va recogiendo hierbas por el denao bosque, el constantemente mira alrededor de donde esta ella con el arco en la mano. Me senti mal, como si estuviera invadiendo algo que ellos controlaban al milimetro, su vida. En un momento él cogio una piedra y se la tiro a ella a la espalda. Ella se quedó inmóvil, como si supiera que algo no iba bien. A unos seis metro estaba el jabali que vi momentos antes, algo peligroso. Vi que él no le lanzaba una flecha para defender a su compañera, simplemente vigilaba. En un instante la mujer lanzo una rama con hojas al jabali, que se asusto y salió corriendo yacia la oscuridad del bosque. Ambos se miraron y sonrieron. Ella le lazo un beso y él le mostro el arco y señaló sus ojos. Ambos partieron hacia la aldea, él la seguia siempre detrás hasta que llegaron al la aldea. Los vi llegar a la aldea, todos les saludaban y hablaban con ellos, ella se acercaba a las puertas de las casas y entregaba hierbas y tarros con ungüentos, le entregaban a cambio, queso, carne, huevos. Al rato en el centro del pueblo se sentaron todos y hablaron entre ellos, habia gritos y risas. Aquellos era una vida al aire libre, al cielo azul.

Este mundo es puro, la verdad de la vida camina por los senderos, arroyos y animales del bosque. Caminan entre el respeto entre los seres que habitan estas tierras.
Y ahora, despues de este pequeño viaje, volveré a mi tiempo, a disfrutar de lo amargo, la competividad, la falta de amabilidad, los suelos duros, ese maldito olor.

Tal vez tenga la oportunidad de volver aqui y observar, vivir aqui de nuevo, aunque tal vez lo piense mejor y no vuelva jamas a ese mundo amargo.




© Javier Sánchez julio de 2023

Bailemos cariño

Me he despertado, he soñado con… no lo recuerdo. No se donde estoy, he llamado, – eeeeh! Despacito… Pues me da miedo gritar, estoy sentado en el borde de la cama, no se donde ir y no se qué hacer, me duele algo y no sé qué es.
Ha venido la señora que me cuida y me sonríe y me ha acompañado a la salita de la casa. Ese olor me pone nervioso y me da hambre. La señora me ha traído pan con eso de color rojo y mantequilla. Ese olor me hace sentir bien y me hace sentir bien.

No se que hago aqui. Estoy sentado en la mecedora, en el porche de casa. Miro hacia los arboles. Mi hijo no esta ¿Porqué no está? Sigo mirando al vacío, a los árboles y las lejanas y blancas montañas, esas montañas me trasportan a una felicidad que no comprendo.

Me siento vacio, percibo ese vacio que me invade y me deja atado. No reconozco nada, hace un rato estaba en casa ahora no, ni el cielo.

Ah.! Esas estrellas son preciosas. Tengo frio, creo…

A veces, cuando intento levantarme, las piernas me fallan y no me acompañan, desfallecen sin avisarme, no me llevan a donde quiero, van ellas solas y me desespero, no puedo dar el paso que quiero, o no llego a darlo, y cuando me llevan ya no me acuerdo a donde voy y aparezco en medio de la sala entre los muebles de casa. Es entonces cuando aparece ella, se llama Maria. A veces recuerdo su nombre y cuando lo recuerdo me pongo muy nervioso.

María me mira y sonríe, me coge la mano y me lleva al sofá. Me dice, sientate cariño y descansa.

Cuando le voy a dar las gracias me enervo, y sudo frio, algo que sé y conozco, y se me pierde en el tiempo. Me quedo parado, cierro los ojos para exprimir mi maldito cerebro, pero él ya me ha olvidado. Y lloro, sin lágrimas, no me salen, ya no sé llorar por fuera, no sé.

Y esa señora me sonríe y me acompaña donde está la mecedora, a ver las estrellas. Me encantan las estrellas. Vuelve el silencio a mi cabeza, vacia de risas y lágrimas, a ratos. Imágenes, sonidos. O todo junto, a la vez.

Cuando se hace oscuro aparece Maria, que reconozco durante unos segundos y el pecho me da un brinco, pero al momento me quedo con el corazón a cien y aquella señora sigue sonriendo. Y me dice que vamos a cenar, que la sopa ya esta hecha y se va a enfriar.

Me da la mano, muy suave por cierto, me acaricia la cara y siento algo dentro de mi que me hace llorar, pero de alegria, aunque no termino de entenderlo. Me hace sentir bien.

Y de pronto me dice que coma la sopa, este plato de sopa, que no se que hacer. Tengo una cuchara en la mano y ella me la pone en la boca, esta caliente y tiene buen sabor, hay dias que me atragantó, se me olvida que hacer. Me da pánico, no lo entiendo y tengo sueño. Y Ella me sonríe. Es hermosa, su pelo es blanco y sus ojos son verdes y muy delgada. Y la reconozco, es la que me dice constantemente cariño.

Suena una melodía, suave y preciosa, y me vuelve a dar un ahogo en el pecho, María vuelve a estár de pie delante de mi, con lagrimas en los ojos, me dice que ella tambien. Y le contesto:

– ¿Tú también qué… cariño?

Y mi Maria se tapa la boca y rompe a llorar, no lo entiendo, no entiendo porque llora. Y me asusto y le digo que no llores cariño por favor.

– Que también te quiero. Vida mía ¡¡¡estás conmigo!!!

– ¿Que? – le he dicho que le quiero y no lo recuerdo, por dios – ¡¡¡Siiii!!! Cariño, estoy contigo, baila conmigo por favor, antes de que olvide tu cara y nuestra canción.

María rompió a llorar y a reír a la vez, se abrazó a él y bailaron…
– Bailemos cariño, bailemos. Aprovechemos el tiempo.



© Javier Sánchez junio de 2023


El alzheimer es la injusticia que la vida proporciona gratuitamente. Si existe un dios, la verdad es que tiene muy mala hostia.

Esencia

Mi admirado Peter Gabriel. Le sigo desde hace décadas, músico excelente y algo que perdura en su persona. Este es un vídeo que recoge su esencia desde 1978 hasta el 2013. Esa esencia. Treinta y cinco años entre unas tomas y otras, tres décadas, nada más.

En este vídeo se observa muy nítidamente que es la esencia de una persona, en este caso de un artista, algo que va más allá de la juventud, del físico; con pelo, delgado, calvo, más grueso, más edad, pero si os fijáis detenidamente perdura la misma sonrisa. Todo ello acompañado de la genialidad. A su genialidad como músico, pero, de veras, realmente no hace falta ser genial como él para conservar tu esencia vital. Solo saber que la tienes y si te miras al espejo la verás.

Gracias a todos por leerme durante estos años y con ello enseñarme que es la esencia, mi esencia, al margen de mi ángel, Sian, que cada día me lo dice.

Escuchad y observad.el video y me contáis.

Gracias

© Javier Sanchez junio de 2022

Noche de San Juan

Noche de San Juan, noche de hogueras, petardos y cocas. Vino y limonada.

Días de San Juan, cuando de pequeño por casas íbamos a pedir leña.
-Señora Joana ¿Tiene madera para esta noche?
-Si hijo, pasa y coge las sillas viejas que ya no las quiero
-Señora Juana, muchas gracias.
-Con dios hijo y dale un beso a tu madre.

Noches de San Juan, cuando papá y mamá vigilaban, con la manguera y decenas de cubos de agua para que el fuego no se nos fuera de madre. Ellos, sentados entre vecinos y amigos y nosotros corriendo entre toda la gente del barrio. Y corriendo a buscar a mamá para que nos diera un poco de coca y un refresco.

Noches calurosas, de calor en la cara de la gran hoguera, de petardos que te asustaban y después los reías. Noches de verbenas, banderitas sin malas intenciones, música y gritos.

Noches de San Juan, de esas que todavía tengo grabadas en mi mente. Noches de ver a mis padres riendo con los amigos de la manera más pura que sale la risa cuando el sufrimiento se calma.

Noches de San Juan, como esas, ya no las hay.



© Javier Sánchez junio de 2022

Nit de Sant Joan

Nit de Sant Joan, nit de fogueres, petards i coques. Vi i llimonada.

Dies de Sant Joan, quan de petit per cases anàvem a demanar llenya.
-Senyora Joana Té fusta per a aquesta nit?
-Si fill, passa i agafa les cadires velles que ja no les vull
-Senyora Joana, moltes gràcies.
-Amb déu fill i fes-li un petó a la teva mare.

Nits de Sant Joan, quan el pare i la mare vigilaven, amb la mànega i desenes de cubs d’aigua que el foc no se’ns anés de mare. Ells, asseguts entre veïns i amics i nosaltres corrent entre tota la gent del barri. I corrent a buscar a la mare perquè ens donés una mica de coca i un refresc.

Nits caloroses, de calor a la cara de la gran foguera, de petards que t’espantaven i despres els reies. Nits de revetlles, banderetes sense males intencions, música i crits.

Nits de Sant Joan, d’aquelles que encara tinc gravades a la meva ment. Nits de veure els meus pares rient amb els amics de la manera més pura que surt el riure quan el patiment es calma.

Nits de Sant Joan, com aquelles, ja no n’hi ha.

© Javier Sánchez juny de 2022

La sombra del monstruo.

El anciano, estaba en el quicio de la puerta e su casa, se apoyaba en el bastón, lentamente se aproximó a la antiquísima silla de suelo de mimbre, herereda de su padre, miraba al cielo, azul, simplemente azul. Delante de la misma puerta de la casa, a unos metros, nacía una pradera, de hierba verde, preciosa, a él le parecía precioso aquel verde. En aquel prado correteaban dos caballos, sus dos caballos, arriba y abajo, revolcándose por la hierba, al medio día siempre lo hacían.

Un poco mas lejos, al fondo, muy al fondo de la pradera verde, se veía una carretera, pasaban los coches, camiones, autobuses, motos, un ruido sordo, cuasi imperceptible, acompañaba el paso de cada uno de ellos.

El abuelo siempre intentaba evitar aquella línea de visión que se movía y alzo la vista hasta la lejana colina. El sol ya estaba en el lo alto del cielo; hora de comer, se dijo. Y entró en la casa, la casa de sus padres, con olor a casa, a aquel pan antiguo, a su esposa, al talco de sus tres hijos, que ya partieron a hacer su vida. A recuerdos. Todo eran recuerdos de una vida.

Termino de prepararse las verduras de su pequeño huerto, las calentó en la desvencijada olla de color rojo. Olía toda la casa a patatas y espinacas, a leña y madera vieja. Una casa.

Las sirvió en el plato de duralex, de aquellos de color caramelo, le encantaba aquel plato, solo le quedaba ese, le recordaba a Gloria, su mujer. Temblaba que llegara el día que se le rompiera.

Bebió de un trago el vasito de vino, a sus ochenta años, es lo único que bebía, un vasito para comer y uno para cenar. Se sirvió y tomó un café y salio al porche de nuevo a su silla. A contemplar sus tierras. Sus dos caballos y su riachuelo, cada día mas seco, por cierto.

Poco a poco, se iba tapando el sol y la sombra rectangular comenzó a cubrir sus tierras, sus dos caballos y su riachuelo, cada día mas seco y mas marrón. La sombra casi cubría la mitad de sus tierras.

Entró de nuevo a casa y cogió los dos aparatos para oír, se los puso y el mundo empezó a gritar socorro. Salió al porche y miró detrás de la casa. Y observó con tristeza el monstruo de cincuenta pisos que habían construido a cuatrocientos metros de su casa y de sus tierras.

Bajo la cabeza, negando, se sentó en su silla y volvió a quitarse los aparatos. Volvió la calma y volvió a mirar a sus caballos como pastaban tranquilamente.

Se sirvió otro café, y lo puso en la mesita, a lado de la silla y cerró los ojos, tal y como un día se le cerraron los oídos. Pensó, estoy tranquilo y a salvo siempre que mire al este.

Y quedo adormecido, en la silla de mimbre, apoyado en su viejo bastón. Mientras el monstruo oscurecía su mundo un día más.

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©Javier Sanchez 2020

Procedencia vital

Eran tiempos de los veinte años, tiempos de los amigos en directo, tiempos de palabras, de gritos, de risas, de una juventud arrasadora. Rompedora, fiel, leal. Si no llegas tú llego yo.

Tiempos de vida, piel a piel. De llamar por teléfono, a ver si estaba. De verte casi todos los dias. Había una intuición, un sitio, unos amigos que allí estaban. Siempre. No hacía falta la ubicación exacta. Ya estaba consensuada entre todos.

Tiempos de amores, de silencios de aquellos amores, de amores cada hora, de cada semana. Tiempos de preparación y trabajo, de las dos cosas a la vez, trabajar y estudiar, de fines de carreras. De fines de semana. De novias y novios, de besos. De sana amistad. De respeto a la amistad por encima de todo, de grupos de amigos, de un par de decenas de amigos y amigas, conociendo cada problema y cada risa. Virtud y defecto. Cada viernes, cada sábado y después cada dia. Nunca solo, nunca silencios, el don de la palabra, el imperio del dialogo.

Época aquella, dorada, época de la de los que ahora hemos sido capaces de adaptarnos y aprender como el que más de las nuevas tecnologías, cada día y día a día. Con el esfuerzo de la generación que, aún hoy, debe de reciclarse cada día, y

estudiar. De la generación que, todavía hoy, descubre amigos, que aprende de sus amigos. Que es capaz de todo, treinta y muchos años después.

Que es capaz de dejarse llevar a la felicidad sin poner trabas, sin condiciones ni postureos, los que se niegan a envejecer

A los que la musica les atrapa en sus redes y no los suelta. Los capaces de reconocer una canción con las cuatro primeras notas. A los que esa misma canción les corta la respiración. Los que son capaces de enamorarse de nuevo, sin sonrojarse, sin que la edad sea un problema.

Soy de aquéllos que vienen de los tiempos que dejaron un reguero de muerte, drogas, delincuencia, no fue fácil, nunca fue fácil, esa época, que muchos subestiman y algunos admiran como una época dorada, ni lo uno, ni lo otro.

Época de reubicaciones, de política parlamentaria, de fachas, de verdaderos golpes de estado, de grises, todavía, de porras de acero, de protestas por la subida del pan, del transporte, de volver a casa con algún morado que otro y algun llanto que otro. Tiempos de ejercito a la fuerza. De militares franquistas. De tiros en la nuca. De dos cadenas de televisión. De nada y de todo.

Eran tiempos, esos tiempos de los cuales procedo, tiempos que forjaron mi vida, mi forma de ser, mi cultura y mi educación.

Mi apreciación actual de la vida, procede de aquellos bellos y duros años, de los cuales, estoy orgulloso de haber vivido y sobrevivido, por que, repito, fue bello, natural, impactante, revolucionario, pero también fue duro, muy duro.

De allí vengo y muchos conmigo.

De alli soy.

©Javier Sanchez 2019

Las puertas del infierno

Pasee por la puerta del infierno en la tierra. Y respire sus vapores, blancos, negros y rojos. El espanto se apoderó de mí. Pisé donde vivió el horror calculado, milimetrado. Y lloré en una esquina.

Tenía mis convicciones sobre la maldad humana.

Pero, ahora, ya no entiendo si la maldad es la ausencia de la bondad o la maldad es un terrorifico estado puro.

© Javier Sánchez 2019

Fotos

© Javier Sánchez 2019