Me comentaron en una tertulia de cuñaos, de esas de haber quien dice la estupidez mas grande, que uno de mis cuñados conoció a un amigo del hermano de uno que estudiaba para convertirse en monje Lama, un tal Jose Mari de Los Rios dos Sicilias, natural de Albacete. Bueno pues nos contó que este pavo le preguntó a su maestro:
– Maestro ¿A qué situación le tiene más miedo la el ser humano?
Y le miró fijamente a la cara del lama, que tenía sospechosamente los ojos cerrados. Dos horas después el lama contestó, jose Mari se asustó, se había adormilado pues pensaba que el lama estaba pensando la respuesta o que el Lama estaba en trance, pero vamos que no se percato que estaba dormido, roncando como un caballo desbocao.
– A la osculidad, estimado estudiante ignolante, a la osculidad que es lo que el sel humano más teme. Lo que mas teme el sel humano es la osculidad. El sel humano teme a la osculidad, pelo que mucho. A la osculidad…
– Vale, vale que ya lo he entendido oiga…
Y el Lama volvió a caer en trance, pero está vez ya para siempre. Falleció allí mismo, de un ataque de ojos cerrados pa’ siempre.
Lama Yuan Yaai 1936-2022
Pues eso, que vamos, que aunque me cueste admitirlo, (y vaya por delante que no me creo eso de que mi cuñado conozca a nadie importante) creo que lo que dijo el difunto lama es muy cierto, en la oscuridad viven nuestros miedos y duermen nuestros más oscuros (nunca mejor dicho) secretos. Descansan nuestras batallas diarias, en un rincón, esperando el día, mientras el alto el fuego diario nos deja dormir. En ella no nos sentimos cómodos, nunca, es un sentimiento ancestral, la oscuridad no es nuestro medio. Nunca lo fue ni lo será. Siempre ha producido miedo, inseguridad y sobre todo, golpes en el pie con la pata de la silla o mesa de IKEA.
De hecho existe un experimento muy acreditado, lo leí en un artículo de esos sin fotos, en una revista científica de fama mundial, se llama, «QUE ME DICES OYES » y decía tal que así:
«Probad a apagar luces, y dejad en silencio toda la casa si es posible o al mínimo posible y sentaos, es la manera más cómoda y segura. De pie se sufre más. Y esperad acontecimientos.» Vamos el articulista no se había escojonado escribiendo el artículo, pero que si escribes en una revista de renombre da igual lo que escribas.
Y oye, os lo aseguro. Estas más expuesto. Lo hice. Y…. experimente lo siguiente:
Al momento el cerebro comienza a acelerarse, estado de alerta DEFCON 4, y los sentidos se acentúan asombrosamente, como consecuencia de lo mismo, el ritmo cardíaco se acelera poco a poco, sin problemas, pero se va acelerando. Lo notaba.
Y comencé a «oír» el sonido de la circulación de mi sangre, a oír ruidos que antes no oía. La sensibilidad de mi cuerpo se acentuó de forma asombrosa. El vello de mi cuerpo, como el de todos, es sensible a cualquier movimiento del aire lindante y circundante.
El cerebro comenzaba a captar cosas, a procesar cosas incomprensibles, cuestión de la aceleración cardíaca y la híper oxigenación del mismo. No es que te vuelvas más listo, o tengas súper poderes, no os hagáis ilusiones. Simplemente se oxigena más.
Hasta que llega el momento, en plena locura sensitiva, entre los latidos de mi “corazón partío”, la sangre circulando a toda leche, el puto grifo de la cocina que gotea, el portazo del imbécil del vecino de abajo y los vecinos de al lado que están echando un polvito, que sentí que algo se movia y se sentaba a mi lado, moviendo el aire y el vello de mi brazo se erizó el minúsculo vello de mi cara notó, ese algo lo sientes como algo intangible, algo etéreo (que no se lo que es pero Estephen Kingn lo pone mucho). Y eso, que casi me desmayo.
Esa sombra oscura, que estaba oculta en la oscuridad, que surgió de lo más profundo, de un abismo insondable que mi cerebro había creado en el pasillo de casa, debajo de la foto de mi suegra y que activó el miedo irracional, la foto de mi suegra no, lo de la sombra y todo eso.. Como mola esta frase, la del miedo irracional y toso ese rollo que he puesto. Todo mi ser entró en lo que se llama ataque de pánico (del latín me “caguorum pata abajum” o algo así) y me levanté como un resorte a encender la luz, nuestro moderno y amado medio. Acto seguido me oriné encima. Poco a poco me giré para ver que es lo que me estaba aterrorizado, lo más fácil hubiera sido echar a correr, pero no podía y antes de terminar el giro completo, mi hijo me dijo:
– ¿Hola papa, que haces aquí a oscuras? ¿Hay leche?
Así es el miedo. La oscuridad. Así es el cerebro y así es el cabrón de mi hijo que se sentó a mí lado, en pleno ataque del terrorífico experimento, sin decir nada, como un puto ninja.
©Javier Sánchez abril de 2022