Que modernidad que hay en la sanidad pública, de verdad que merece la pena conservarla, no venderla a fondos y empresas buitres que solo van al negocio de jugar con la vida y el dinero, vamos que si tienes pasta vives y si no, te mueres.
Pues es que la semana pasada, me tenían que operar a corazón abierto, el corazón no, el pecho abierto, no se porque le llaman asi, el anestesista me hizo el examen de rigor, que si estaba casado, se ve que es algo que va en detrimento del descanso postoperatorio, me pidió la declaración de la renta, unos extractos bancarios, que color de ojos tenía mi abuelo, si fumaba, bebía, follaba, etc, a todo esto ultimo le contesté que no. También me explicó que me podía morir por efectos de la anestesia, o porque el cirujano le diera un vahído y me clavara el bisturí atómico en la cabeza y cosas de esas que te animan mucho antes de la operación. Le dije al anestesista que vale que me daba por enterado de todo el terror que me había metido en el cuerpo.
Posteriormente me ofreció dos opciones para la aplicación de anestesia, la anestesia tradicional que luego estás que parece que te has ido de fiesta con la reina de Inglaterra y Hemingway en una noche desbocada o una sesion en pleno quirófano de tres películas alemanas de esas de antena 3 que dan los sábados por la tarde, más una de Buñuel doblada al portugués y con subtítulos en árabe, ojo, a elegir y todo. Carta abierta.
Elegí «Reencuentro en el paraíso», «Secuestro en el paraíso», «De vuelta al paraíso» y de musica «Concierto de guitarra y balalaika con el maestro, El manco de Triana, OPuS 14 turbo GTI»
Oyes, mano de santo. Ni efectos secundarios ni nada. Eso sí, me duele el pecho que te cagas, será de la raja, pero es lo de menos. Cómo una rosa que estoy ya.
Luego dicen que la sanidad y la ciencia no funciona.
Ah! Ya estoy bien, gracias por preguntar y por todas las flores que me enviasteis al hospital, casi me muero de alergia pero quedó bonito, no tuvo tanta suerte mi compañero de habitación que falleció por los de las flores, le cayó un jarrón de 7 kilos en toda la cabeza. Mala suerte, de todas formas tenía muy mala cara.
© Javier Sánchez septiembre de 2021