Les tocó a la vez

La brisa, que viaja del monte, trae entre las hojas de los árboles, un susurro que recorre todas las puertas del pueblo, diciendo suave que ella, para él, es su savia y él para ella es su anhelo, el que le corta la respiración y no le deja vivir. Por las calles del pueblo disfrazan las frases entre sonrisas y envidia de algo tan precioso.

Por las callejas del pueblo los lugareños comentan:

«Que son esos dos, los que se dan la mano, a escondidas de extraños ojos.»

Y dicen, madre, que cuando se despiden, después de pasar el día en el parque de la iglesia, recorren sus manos, cual pluma, rozándolas hasta las yemas de sus dedos. Estirando el tiempo con lágrimas en los ojos, padeciendo por la futura ausencia que se avecina amenazante, por otra noche en blanco esperando al lucero del alba que anuncia el nuevo día, que les vuelva a unir, como cada ansiada mañana.

¿Sabes madre? Que en los corrillos cuentan, cuentan que se aman como nadie sabe, ni aprenderá nunca a hacerlo, como nadie cree que se puede llegar a amar, como nadie conoce y a todos asombra. Si madre, si, que se aman con devoción, con ese algo que no deja vivir ni un instante, ese amor que roza la locura. Y, madre, que no quieren perderse, que lloran y enferman cuando no están juntos.

Y en los lavaderos de la plaza chica, madre, se habla entre los jabones de escamas y sábanas blancas, que él le ofreció su vida para secar sus lágrimas y que ella le ama en el silencio del más puro amor, ese, si, ese que no se dice. El que ni falta que hace rezarlo.

Es que… escucheme madre, simplemente se miran, es que no se hablan, solo se miran y van por una calle, vaya, que les vale cualquier calle, solo se miran y sonríen y no solo con los labios, sonrien con sus ojos, con una mirada preciosa y llena de vida.

Y en el bar del ayuntamiento cuentan los mayores, que los dos son de un octubre, que son de un bello azul y de abrazo impetuoso.

Y que los muy viejos, madre, aseguran, que nadie conocido ha sido capaz de rascar al tiempo, un gajo, aunque fuere pequeño, pa estar juntos, como ellos saben hacer. Y que siempre andan soñándose la vida juntos…

Y dice el tío Alberto, que a él, un día le dijo él, que ojalá pudiera huir con ella, aunque el tiempo le venciera y aunque pasaran mil años esperando en la curva, la del camino viejo del tío Julián… Para escapar cogidos de la mano, mas allá de la casa grande.. Mas alla del horizonte, donde estan los arboles pequeños, los linderos al bosque.

En el camino viejo, madre, donde dicen que abrazarse y besarse es como varear un olivo. Acariciar la rama y ver caer el fruto que creció hace tanto tiempo. Sin medida alguna, así como la luna sale sin permiso de nadie.

Y, madre, que nadie hable más de la cuenta, sin saber, cuando llegue el dia que se vayan, porque la vida les tocó, como a todo el mundo, pero a ellos dos les tocó a la vez.



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©Javier Sánchez agosto de 2022

6 comentarios en “Les tocó a la vez

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